Begoña Rodrigo

GANADORA TOP CHEF ESPAÑA Y GANADORA DE GOURMAND AWARD POR SU LIBRO “EL SABOR DE LA ELEGANCIA”

  • Estrellas Michelin
  • Soles Repsol

“Yo no he decidido ser cocinera. La vida lo ha hecho por mí”, asegura mientras mete ingentes cantidades de verduras, carne y pescado, en unas ollas de acero que horas después se habrán transformado en caldo. Aquí arranca todo, en los fondos con los que dará forma a la mayoría de sus platos. Pero hasta llegar aquí, Begoña ha pasado por una larga cocción como cocinera. Una a fuego lento. Desde que un día, cuando con 11 años, y sin apenas darse cuenta, entró en la trastienda de una cocina de la que nunca ha querido volver a salir. Ella siempre insiste en que su historia con la gastronomía es que nunca ha tenido una historia. Que lo suyo con la cocina no le viene de familia, ni de tradición.

Quería ser bailarina de ballet, pero le faltaron horas de dedicación.

Begoña pasó por la universidad para estudiar ingeniería industrial, abrió dos exitosos negocios de pan y dulces en Valencia a los 18 años y decidió hacer las maletas rumbo a Holanda. La cocina aún no había llamado a su puerta. A Amsterdam fue de vacaciones una semana, pero a los dos meses volvió para quedarse ocho años. Empezó limpiando habitaciones en un hotel, y acabó falsificando el currículum para hacerse pasar por una experta en tapas españolas cuando le dieron el chivatazo de que se había quedado libre una vacante en la cocina del Amsterdam Marriott. Y ahí empezó su particular escuela de hostelería.

Y ahí, entró en escena Nick Reade, un entonces destacado jefe de cocina que se había formado a las órdenes directas de Michel Roux. Con él hizo un singular pacto. Aprender cocina en el restaurante del hotel de manera intensiva después de acabar sus jornadas en el desayuno a cambio de tres meses de vacaciones pagadas para conocer mundo.

“Nunca he dicho que no. Nunca he dicho que no sé hacer algo. Siempre lo he hecho y lo he aprendido”, reconoce como claves de su carrera. Por aquel entonces la cocina la había atrapado.

Pero un día se dio cuenta de que Holanda ya le había dado todo lo que ella necesitaba. Por aquel entonces, Nick Reade había salido del hotel rumbo a Tailandia y decidió volar sola. “Ahí supe que quería ser cocinera. El problema es que era consciente de que todavía no estaba preparada. Sabía que sabía poco. Así que Begoña hizo las maletas y se fue a probar suerte a Londres. Y no hubo vuelta atrás. Eso es lo que quería hacer.

Por primera vez había puesto nombre a su sueño. Y de Londres voló a Reus, donde tuvo su primera experiencia en fogones españoles. Y de ahí a Valencia, donde su hermana Ruth se había quedado con un local para abrir un negocio de hostelería y seguir la senda de Rosa, su madre.

Estuvo unos meses en La Sucursal, uno de los mejores restaurantes de la ciudad por aquel entonces, pero su hermana se echó atrás con el negocio. Pero no estaba sola. Con ella también viajaba Jorne, un compañero que había conocido años antes en Holanda, y que no dudó en seguir el sueño de su hoy pareja a España. Y juntos pusieron la primera semilla de lo que hoy es La Salita. Fue un 2 de noviembre de 2005.

De ese día han pasado más de diez años y aquel local en el que tomar un plato desenfadado, una copa o un café al más puro estilo centroeuropeo, rodeados de libros, revistas y conexión a internet gratuita, es hoy el restaurante de Begoña Rodrigo. Un espacio que respira su esencia. Su manera de ser, de vivir, de sentir y de entender lo que la rodea. Esta es la historia de Begoña Rodrigo. Una mujer valiente que quería ser bailarina. Una analista de la verdad que un día soñó con la cocina.